Había una vez un buen hombre pobre como
una rata. No tenía casa donde vivir ni trabajo al que acudir. Estaba
siempre sentado en un banco de la plaza de su pueblo. Allí pasaba las
horas muertas sin saber qué hacer. Hasta que un día una breve brisa
llevó a sus pies la hoja de un periódico viejo. En la hoja se anunciaban
puestos de trabajo. El buen hombre se levantó mientras pensaba que ya
estaba bien, que ya era hora de ponerse en movimiento.
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